Querida Madame Proust,


Ay, señora, ¿qué quiere que le diga? Su hijo es refinado pero tiene que haberse reído mucho con él y su perspicacia. Con esta carta termino los comentarios directos del volumen rey de la mariconería literaria, con satisfacción y alegría, no sin antes mostrarle el párrafo que desató mis mayores carcajadas (se me escapó un borborigmo, pero tómelo como cosa de la edad), y a la espera de en el nuevo año retomar los volúmenes finales. Es un diálogo de uno de los asistentes a los selectos miércoles de Mme de Verdurin:


-Entonces la culpa es de la neurastenia. Cayó de la neurastenia a la filología, como diría mi buen maestro Poquelin. Dígame, Cottard, ¿cree usted que la neurastenia pueda influir perjudicialmente en la filología, que la filología ejerza una influencia calmante en la neurastenia y que la curación de la neurastenia conduzca al reúma?


Suya,
Madame de Borge