Hasta diecisiete metros de profundidad en un pequeño lago entre enormes rocas de piedra bien pueden atesorar leyendas de pasión familiar sobre el agua de su espejo oscuro. Las piedras son hijas de las morrenas, rotas por un glaciar hoy sólo imaginado; son audiencia de águilas y buitres, del eco fantasmagórico de voces y gritos…