María Deraismes es una feminista francesa del siglo XIX, luchadora especialmente por el sufragio universal y la igualdad de derechos en el matrimonio, fundadora de una obediencia masónica llamada «El derecho humano«, y la persona de la que este volumen, Eva en la Humanidad, recoge varios discursos que pronunció desde 1870 hasta su muerte en 1894. 1870 no es una fecha casual: su compromiso con los derechos de la mujer se hizo especialmente público y notorio cuando el fracaso de la Comuna de París le pareció decepcionante una vez más para las mujeres, cuyos derechos nunca avanzaban a pesar de las promesas, las revoluciones liberales y el continuado movimiento social del siglo.
El principal problema de este libro es literario: los discursos con frecuencia repiten argumentos, y no están editados para su lectura, sino que, supongo, respetan la literalidad de los discursos, que no es especialmente cuidadosa. La lectura por ello resulta algo cansada, dado que además no existe una variación relevante de temas entre los diferentes discursos. Deraismes es una mujer erudita, que conoce los clásicos, la novela y el teatro, y usa con frecuencia en los discursos referencias literarias abundantes, para defender su tesis principal: el desprecio de la historia y las artes hacia el papel de la mujer en el mundo es reflejo de la dominación política, educativa, familiar y social del hombre sobre la mujer.
En su argumentación Deraismes encuentra hallazgos de validez elevada en la actualidad: describe el mansplaining masivo de la época, se fijan el hecho de que los historiadores o escritores son hombres, con lo que la contribución de las mujeres al bien común o a la representación de las mismas en las artes solo tienen punto de vista masculino, lo cual deriva en amantes devotas, seres de luz delicada, o varias villanas psicóticas con muy pocas excepciones –Lisístrata– verdaderamente independientes y políticas. Sin embargo, en otras cuestiones parece incluso por detrás de su antecesora Mary Wollstonecraft. Deraismes no sueña con discutir la existencia de Dios y tiene en un pedestal social a la familia natural, sin un ápice de de construcción de estas estructuras de poder cuya existencia no entiende como tal y en las que modificaría el sufragio universal sin más. En su época esto era mucho, pero debería ser obvio que llevaría a más cambios. Los argumentos de Deraismes son hijos de su tiempo, y aunque comentarlo así desde 2023 pueda ser presentismo (ya se meterán con nuestra época en unas décadas, en las que los valores serán otros), están repletos de un lenguaje cientificista sin datos ni referencias ni comprobaciones por el medio. No me refiero a la credibilidad sobre la discriminación de la mujer, sino a apuntalar continuamente visiones del mundo con expresiones tipo ‘ha quedado demostrado…’, ‘está claro que solo así…’ para afirmar casi cualquier cosa. Es patente que el uso refinado, no digamos ya preciso, del lenguaje científico no es su fuerte, como por otro lado sucedía con muchísimos pensadores de una época fascinada por los progresos tecnológicos que vivía.
Deraismes comparte con Wollstonecraft y con Concepción Arenal la obsesión por el acceso a la educación. Su discurso en favor del sufragio universal le da mayor compromiso que a las otras dos autoras. Sin embargo, le falta carácter social, sobre el que Wollstonecraft reflexionó introduciendo incluso algunas visiones de clase, y que Arenal practicó de modo directo y personal. Deraismes es más elitista culturalmente (si bien su reflexión es menos epistémica que la de Wollstonecraft, más cercana al pensamiento filosófico), pero representa un evidente paso hacia la significación pública. Sí comparten Wollstonecraft y Deraismes en sus dos volúmenes una imperiosa necesidad de edición. Deraismes con seguridad no buscaba esta publicación que hoy nos ocupa, tal vez no le habría gustado el formato. No obstante, la impresión es que su actitud es un eslabón muy relevante para el feminismo y el sufragismo que se estaba fraguando y que en pocas décadas estallaría, y que es así precisamente por ser élite, una mujer admitida en los discursos masculinos e incluso fundadora de una logia mixta.