Últimas tardes con Teresa de Jesús, antes editada como Introducción a Teresa de Jesús, y antes incluso como Malas Palabras, es una novela de Cristina Morales, que dedica esta edición a Juan Marsé, ya que como explica en un vívido prólogo, el insigne autor de Rabos de lagartija murió mientras se preparaba dicha nueva edición. Leído el libro, y empezado como tengo Lectura fácil, la conexión entre Marsé y Morales es visible: el mundo charnego, la Barcelona proletaria y alejada del boato empresarial y político, los márgenes de la sociedad buscándose la vida, y, sobre todo, una ironía desmedida, continuada, divertidísima. El homenaje del título de Morales frente a la historia que Marsé urdió entre el impostado Pijoaparte y la burguesa Teresa ya define toda la obra e intención.

“Pijoaparte inmortal”. En el prólogo, Cristina Morales reivindica ser la autora de esta pintada en el Carmelo, junto a otras más. Foto de Twitter, de la cuenta de @jordinasb85

Pero no hay Barcelona en Última tardes con Teresa de Jesús, cuya protagonista es Teresa de Cepeda, Teresa de Ávila, mística y escritora, patrona de los escritores españoles, fundadora de las carmelitas descalzas, santa y doctora de la Iglesia, y, como reformadora hacia valores de pobreza y clausura, investigada por la Inquisición. Para poder defenderse ante sus enemigos, el confesor de Teresa le recomienda (exige) escribir un relato de su vida y obras. Estamos en 1562 y Teresa está visitando a una noble recién viuda de la que espera obtener fondos económicos para sus reformas, y allí escribe su autobiografía, que complació a sus detractores, y hoy es un manuscrito celosamente guardado en El Escorial. Este libro de Cristina Morales es una versión apócrifa de ese libro; es Teresa escribiendo su vida, su familia y formación, su obra y sentimiento como un texto para sí misma. El texto que lógicamente la habría condenado a ojos de los hombres que primero lo leerían y luego la juzgarían.

Portada de la edición del libro con el título anterior

La última vez que leí un libro de estas características, una digamos reencarnación de una prominente voz del cristianismo, fue Sed, de Amelie Nothomb, que está muy poco conseguida. La peor ejecución del presentismo, la incomprensión de la época, la incapacidad para usar su lenguaje, y, en este caso y dados el personaje y la situación -la Pasión de Cristo-, el halo trágico al que se incorpora la visión arrogante del momento futuro, malograban tremendamente la apuesta de Nothomb. Sin embargo, nada de todo esto sucede en Últimas tardes con Teresa de Jesús. La autobiografía apócrifa de Cristina Morales lógicamente tiene un punto de vista actual, obviamente, pero se centra especialmente en la construcción del texto, su ritmo interno, y la intimidad física que le permite a la santa escribiendo sólo para sus propios ojos. La sintaxis y el lenguaje son deudores, no completamente por supuesto, del de Teresa, y sus cuitas y maneras mentales no aparentan especial distorsión de los propios escritos de la santa, incluida su moral pragmática, el sentido del humor y la ternura en el trato. El conjunto fluye de modo espectacular, y la recuperación reivindicativa e incluso el matiz de impersonación que supone el uso de la primera persona, son muy estimulantes.

El libro encierra lecturas de interés para nuestro tiempo, pero no se subrayan y tampoco merece la pena que sean enumeradas aquí discursivamente. Lo que es reseñable es que por debajo del aparente entretenimiento, que parece ser la opción escogida de recuperar a Teresa, se oculta un trabajo ingente de lectura e interpretación de sus textos, exprimidos con maestría para construir una Teresa que se antoja especialmente verdadera en el doble artificio literario que construye la autora.

Cristina Morales fotografiada por Iñaki Rubio (Wikipedia)