Manual de pintura y caligrafía fue el primer libro de Saramago publicado, en 1977, tras sus varias décadas de silencio literario en que trabajaba como periodista. Con los estertores de la dictadura salazarista, Saramago encontró motivación y escribió esta novela, algo obvia, de reflexión sobre la obra artística y el sentido de dedicar la vida al arte.
Cuenta este manual la historia de un pintor sin nombre que realiza cuadros para las clases lisboetas media y alta, que decide empezar a escribir sus impresiones al sentir nuevamente la mediocridad de su talento cuando acepta el encargo de pintar a un empresario. El pintor, además del cuadro oficial encargado por el empresario, comienza secretamente un segundo lienzo, el que realmente le gustaría pintar, pero que sabe que no podría entregar como resultado de un encargo. Sus reflexiones pesimistas sobre su capacidad de enfrentarse a su trabajo, considerado por él mismo como fraudulento, se entrelazan con un interés incipiente del pintor por la escritura como medio distinto de expresión, pero también válido. Además de sus confesiones personales, escribe también pequeños capítulos en que describe episodios de un viaje a Italia, como potencial ensayo de libro a publicar. El salto entre pintura y escritura da sentido al título. El carácter de manual no es literal, pero sí metafórico y anticipador: décadas después se lee como un texto que introduce varias de las obsesiones que Saramago utilizará en el conjunto de sus novelas parabólicas más apreciadas, aunque también de otras de sus obras: los capítulos del viaje italiano son claro preludio del Viaje a Portugal; la ausencia de nombres alude al anonimato ciudadano en la gran ciudad (y a probablemente a la normalización de la dictadura) de Todos los nombres. (e indirectamente a la herencia pessoana de El año de la muerte de Ricardo Reis); el juego que aquí es subrayado y hasta ingenuo con las palabras y sus significados remite a la excusa central de la Historia del cerco de Lisboa. Incluso hay un apunte que indica el sentido de El Evangelio según Jesucristo, además de un momento político que comparte inspiración con Levantado del suelo.
Frente a todas ellas, Manual de pintura y caligrafía no me parece una obra demasiado conseguida, aunque tenga este interés interpretativo sobre el conjunto de la obra de Saramago, incluyendo ya su carga de pesimismo vital. La situación planteada es tan obvia que resulta egocéntrica, y los episodios amorosos dan un poco de vergüenza ajena. Pero es cierto que Saramago supo depurar estas debilidades temáticas y estilísticas, y encontrar mejores temas centrales de sus libros que él mismo y su camino para convertirse en escritor. Sólo 5 años separan la publicación de Manual de pintura y caligrafía de Memorial del Convento. Por el medio estaban Levantado del suelo y Viaje a Portugal. El escritor es el mismo, y, a la vez, ya es otro.