»¡Qué agradable debe de ser tener una persona así, que le puede dar a uno en su casa esa cosa tan rara que es un buen té!»
Swann, tras probar el té de Odette de Crecy
Querida Madame,
Confiéselo, Marcel no escribió À la Recherche cronológicamente, ¿verdad? He entrado con gusto en la segunda parte del primer libro. He abandonado los campos y paseos de Combray, las cuitas de la estática familia del protagonista, que incluso cuando pasea parece varada en un estado de sensibilidad epatante, y estoy ya en los amores de Swann, para los cuales Marcel utiliza un flashback anunciado como un piano. Ahora, de repente, y aunque sea para el amor, hay acción, y hay movimiento, aunque no se abandone nunca la descripción psicosentimental.
En cierto modo, me ha dado algo de pena abandonar Combray y descubrir un Marcel más asequible. Recuerdo, ¿sabe usted?, haber leído Unos amores de Swann en mi juventud, y recuerdo incluso aquella película absurda que convertía a Swann en inglés y a Odette en italiana, aunque supongo que no puede esperarse otra cosa de un director teutón (como ve, Madame de Churchill, no acuso a sus compatriotas de la habitual apropiación indebida de lo galo). El peso de esa lectura en mí no fue grande, y ahora me doy cuenta de que me faltaba Combray para apreciarlo. No creo, por otro lado, que hubiera salón de té en toda Francia que pudiera decir nada bueno de la película. Ahora, ¿cómo adaptar ‘Combray’? Imposible. Ahora ya estamos en el universo de los Verdurin y el narrador infantil en primera persona, ese niño protagonista y exigente en grado sumo, ha desaparecido y nos relata el pasado en tercera persona, neutra, pero con la misma capacidad de observación. En fin, volveremos, espero, a oir hablar de la escandalosa hija de M. Vinteuil, o a decidir eternamente entre pasear por Méséglise o por Guermantes.
De mientras, espero Madame que sea de su agrado la posibilidad de construir un Proustiario. Aunque su nombre le parezca equívoco, sepa que mis intenciones son formales (¡¿por quién me toman?!), y se centran exclusivamente en trazar un perfil individual de cada personaje. Sé también que puede darme un soponcio ante el tamaño de la empresa, y sé que no es original pues otros lo han abordado con obra tan ingente e importante como la de Marcel, pero espero contar con las ayudas de las demás Madames (ahora mismo algo borrachas -pastís- tras un fin de semana para no narrar).
Suya,
Madame de Borge
»Poco a poco fui advirtiendo que el cariño, la compunción y las virtudes de Francisca ocultaban tragedias de cocina, lo mismo que descubre la Historia que los reinados de esos reyes y reinas representados orando en las vidrieras de las iglesias se señalaron por sangrientos episodios.»
»Pero puede que no hubiera considerado la maldad como un estado tan raro, tan extraordinario, que tan bien le arrastraba a uno y donde tan grato era emigrar, de haber sabido discernir en su amiga, como en todo el mundo, esa indiferencia a los sufrimientos que ocasionamos y que, llámese como se quiera, es la terrible y permanente forma de la crueldad.»
»¡Qué francesa era la iglesia aquella!»