Éramos unos niños es una autobiografía peculiar, escrita con ternura y bondad inmensas por Patti Smith, y centrada en uno de los episodios de su vida, su relación con Robert Mapplethorpe. La autora hace gala en su libro de una gran sensibilidad poética, siendo como es la poesía la primera y mayor de sus vocaciones, y de la perspectiva que le dan los años, dado que el libro está escrito veinte años después de la muerte del fotógrafo. Desde que supe de la existencia del libro quise leerlo y, cuando las críticas lo ensalzaron, las expectativas aumentaron. Maravillosamente, se han cumplido.
Una parte importante tiene que ver, creo, con la fascinación que la mitad ingenua mitad satánica figura de Robert Mapplethorpe me supone. Han pasado más de veinte años desde que leí la biografía que Patricia Morrisroe le dedicó. Mapplethorpe fue víctima del SIDA en 1989, y para mí, como joven homosexual atemorizado por el despliegue de la enfermedad en aquellos años armarizados, era ya un icono. Ya conocía que era autor de una obra que bebía de diversas fuentes pero que era profundamente original al registrar cuerpo masculino, homosexualidad y sadomasoquismo con una mirada artística desconocida y en muchas ocasiones censurada. En su biografía vi que además era ambicioso y visionario, pero también de formación ultracatólica y chapero por dinero pero también por placer y como forma de reclutar modelos para sus obras. Patti Smith es obviamente una figura relevante en esta biografía, ya que fueron pareja durante cinco años intermitentes en los que ambos se formaron artísticamente.
Smith es hoy una estrella esencial de la historia del punk (si el punk puede tener estrellas), en el que se inició musicalmente como forma de expresión de su creación poética, con su banda The Patti Smith Group, protagonista de una de las portadas de LP claves del rock (vía fotografía de Robert Mapplethorpe), autora de hits de grandísimo éxito como Because the Night ó People Have the Power, que ahora ha regresado a la literatura, pero que aún gira (no hace muchos años que actuó en la sala Santana 27 de Bilbao) con la fuerza y brillo de las grandes estrellas. Smith y Mapplethorpe formaron una pareja lógicamente inestable, en la que se apoyaban en lo sentimental y personal, y aprendían y maduraban en lo artístico. Mapplethorpe era homosexual y esa tensión imposible desbarató el futuro de una asociación que Smith, por juventud y por carácter, homenajea con cariño y progresión, desde el momento en que proyecta su infancia y adolescencia hasta su viaje a NYC, la casualidad con que descubrió a Robert, y el apogeo cultural que ambos vivieron en el Hotel Chelsea, en el que se alojaron al inicio de los setenta.
Éramos unos niños (feliz título que procede de la reacción casual de unos turistas que un día se cruzan con ellos en la calle) es un relato ejemplar en muchos puntos. Recupera en su ejercicio de memoria la ilusión humana, más presente en la infancia y primera juventud, por la imaginación creativa, la búsqueda poética, y cierta introspección artística, capacidades que Smith atesora y desarrolla con facilidad desbordante. También recoge la vida de una comunidad artística esencial en un momento determinado, con alto valor histórico como registro del movimiento cultural del paso de los sesenta a los setenta en NYC, sus influencias y sus relaciones futuras. El libro además muestra una honestidad tan fresca como inesperada, recuperando sin rubor pero con pudor episodios como su embarazo juvenil, el gusto por la prostitución de Mapplethorpe, o el impacto del SIDA. Pero además es un libro muy divertido, inmenso en un anecdotario con todo tipo de cameos locos de famosos que incluyen a Salvador Dalí o Allen Ginsberg, además de los secundarios más esperados como Jim Carroll, Johnny Winter, Sam Shepard, Janis Joplin o Jim Morrison. Smith admite que fue afortunada por todo el talento con que se cruzó y le ayudó a crecer y se sorprende de mirar hacia atrás y descubrir que era una de las portadoras de un ticket ganador. Ella se refiere a su vida larga, 72 años ya y muy por encima de la media de su sector. Pero Éramos unos niños demuestra que su ticket ganador también sirve para su obra.
Una historia interesante y reflexiva para los que no la conocíamos.
Por la que tantas personas de forma similar aunque no sea de la misma manera atraviesan.
Gracias, Jorge!