Querida Madame Proust,
Los tímidos protegées que suelen frecuentar nuestros salones de té parecen animarse a sumarse a nuestra empresa. Alguno incluso ha comenzado ya la lectura, y anda buscando ediciones y traducciones más perfectas, como si en ello les fuera la vida. ¡Y alguno se anima a hacerlo en francés! No es cosa que me altere, pues entiendo que su naturaleza juvenil y hormonal les impele a amarcelarse antes que otros. Como puede imaginar, pues ya la conoce usted, Madame de Malarrama anda tan emocionada que, según me ha confesado entre mohínes que le impedían preparar el boeuf bourguignon habitual de su desayuno, apenas puede escribirle.
Debo confesarle que al escribirle hace quince días aún me faltaba en mis estanterías, inconstante como soy, el último volumen de la recherche. Pero he solucionado este problema ya. Mi edición es la de Alianza Editorial, cuyos primeros volúmenes fueron traducidos por Pedro Salinas, y los últimos por Consuelo Bergés. Voces dicen que tal vez sea traducción antigua, incluso creativa -como si la hubiera de otro tipo-, pero usted y yo sabemos que Marcel siempre prevalece.
Esperando que su silencio no se deba a alteraciones inesperadas de su salud, me despido y le prometo prontas palabras de Madame de Malarrama.
Madame de Borge