En 2018, el Museo de Bellas Artes de Bilbao celebró su 110 Aniversario. Para celebrarlo organizó una exposición que comisionó el escritor Kirmen Uribe, organizándolo mediante un abecedario de diferentes conceptos. ABC. El alfabeto del museo de Bilbao es el libro publicado con motivo de aquella exposición, que compré porque la misma me había entusiasmado.
Como la exposición, el libro es también un trabajo excelente. No goza, claro está, del alto impacto estético de una visita al museo, pero además de ser un objeto bello, útil como recordatorio de la exposición, pero también como repositorio de obras imprescindibles de este museo, Kirmen Uribe ha escrito unos textos para cada entrada de su abecedario particular que son breves, poéticos y altamente evocadores por connotativos. Uribe no pretende competir en la liga de los expertos en arte ni de los comisarios de exposiciones. Es más bien un aficionado asiduo de gran cultura y artista de otra disciplina, que aplica a una selección de obras fundamentalmente pictóricas (también hay escultura o fotografía), con varias de las cuales tiene además una relación emocional por haber visitado desde niño el museo con frecuencia.
El resultado es inesperadamente inspirador. Cada entrada correspondiente a una letra del alfabeto (incluyendo dígrafos vascos como ts, tx y tz) se relaciona con un concepto determinado; el autor no describe necesariamente cada obra de las que configuraba la sala de esa letra en la exposición (aunque están todas recogidas en el correspondiente capítulo del libro), sino que se detiene en algunas, trabaja el concepto a veces en términos estéticos, otras en históricos y otras en filosóficos, aportando también especificidades vascas y bilbaínas, pero sin aparataje identitario al respecto, y con uso también habitual de un foco literario. Así, Uribe muestra una sensibilidad receptiva holística, que transmite con sencillez y eficacia un profundo amor por el museo y sus obras, y un respeto consciente por el valor del arte y su capacidad de otorgar significado al hombre y a la historia.
Aunque el recurso al alfabeto no es nuevo, y es probable que se haya usado antes en museística, lo cierto es que para quienes conocemos el museo y sus obras por haber pasado tantas veces por sus salas, el impacto es grande: el descubrimiento de otras lecturas no académicas, y el espejo de la mirada evocadora a otras artes, otras realidades y otras posibilidades que alcanzan tanto la exposición como el libro me parecen de un valor difícil de calcular, y, en cierto modo, me reafirman –recordando también a Jorge Wagensberg y el método artístico para alcanzar el conocimiento que proponía- en que el arte, por inútil que sea, es parte ineludible de la vida incluso para quien no lo mira.