Vivan los hombres cabales es una novela corta de la colección * (asterisco) de la editorial niños gratis*. Es un texto ágil, vibrante y talentoso escrito por Guillermo Alonso, amoldándose bien a las necesidades de conflicto de un relato, y que juega con el tópico para subvertirlo: Isidoro, un transformista que vive con su madre enferma de Alzheimer, se prenda de su vecino Gonzalo, al que saca más de veinticinco años, y entabla amistad con él después de rescatarle del propio club en que Isidoro actúa, cuando los amigos de Gonzalo le abandonan borracho en el local. Gonzalo resulta ser un chico amable, además de bellísimo, que incluso ayuda a Isidoro con su madre y acepta ser invitado a comer -y ser contemplado- de vez en cuando.
El encanto inicial y aparente del libro está en la descripción de un potencial inicio de relación, siempre desde el punto de vista de Isidoro, que, a la par que está ilusionado íntimamente con Gonzalo, da rienda suelta al personaje de su trabajo, Diva Gioconda, que por momentos parece ganarle la personalidad, algo con lo que el autor juega bien aprovechando sus necesidades de vestirse para el trabajo. Incluso atesora un momento de estupenda ternura y diversas lecturas en el hecho de que su madre crea que además de su hijo tiene una cuidadora nocturna. Todo este encanto bien llevado, que es tópico en sus expectativas de relato queer, se viene abajo por la presunta sorpresa final; digo presunta porque ha sido perfectamente construida, diría incluso que a la manera -dados los personajes, dada la trama- de Hitchcock en Psicosis, desviando la atención del personaje principal, y recordando al lector que no hay que fiarse del oropel superficial del texto no vaya a suceder que leas y leas, pero no aprendas nada. ¿Verdad, Isidoro?
El libro es tan bueno que se lee (dos veces) en una tarde.