Para un texto que he escrito he notado que me faltaba consultar un libro que había cogido hace muchos años de la biblioteca.

Se trataba del Austerlitz de W. G. Sebald, que es la historia de un hombre desarraigado porque fue exiliado siendo niño desde Chequia antes de que los alemanes invadieran Praga. Su madre terminó en Theresienstadt. Años después, cuando él intenta recuperar sus recuerdos familiares y busca entre historiadores, acaba viendo la famosa película que los nazis rodaron en Theresienstadt para demostrar al mundo que aquel campo era en realidad un maravilloso pueblo idílico donde los judíos vivían vidas desarrolladas y felices.
Yo he leído esta novela hace 10 ó 15 años e incluso la reseñé en mi blog, pero lógicamente tengo detalles olvidados, y era uno de ellos el que había leído y que ahora quería recuperar: el protagonista de la novela veía a su madre tantos años después en la película.
El caso es que he vuelto a la misma biblioteca, he buscado el libro, me lo he encontrado en una edición no ya vieja sino usadísima, cerca de desencuadernarse fácil. Aún así todavía conservaba su integridad. Tengo por supuesto la seguridad de que es el mismo volumen que yo mismo cogí en la biblioteca hace tantísimos años, que ha pasado por decenas de manos, pues fue un libro de éxito. En este tiempo alguien lo ha cogido y ha hecho algunos subrayados, escasos, pero los ha hecho, e incluso añadido algunas anotaciones en lápiz no inadecuadas del todo, pero en un libro que no es suyo. Cuando he visto la primera he sentido una punzada de pequeño terror, pero no he reconocido mi letra.
Sin embargo, la compulsión me ha alterado. Lo que estaba buscando, ese momento en que el protagonista cree ver a su madre en la película, se ha dejado querer. Está bastante avanzado el libro, que he estado leyendo en diagonal durante una hora. Afortunadamente, es una novela llena de nombres propios en varios idiomas, de modo que he podido obviar cuando esos nombres propios eran claramente de origen francófono o anglófono, que son variados y numerosos a lo largo de la historia, y esperar realmente a que se mencionara Praga y a que se mencionara Terezín (el nombre de la ciudad en checo) o Theresienstadt. En algún momento he pensado que estaba equivocado o que el momento ya había pasado y era menor, pero finalmente ha aparecido con un añadido especialmente interesante que no recordaba, y es que, una vez que consigue la película, el protagonista pide una copia de los minutos de la misma que transcurren directamente en Terezín a cámara lenta, que le permitiera congelar al máximo posible cada uno de los rostros que salen en la película, y así identificar, o eso cree, a su madre. ¿Dónde? En un cine, por supuesto.
Y aunque él ve la película en Londres, gracias a un historiador y a uno de los museos de la ciudad, decide volver a Praga con una foto de la imagen de la que cree que es su madre, y llevársela a la amiga de su madre que todavía vive en Praga. Así lo hace, pero frustrantemente la amiga no reconoce a la madre y él tampoco la recuerda…
No obstante, en esta hora perdida en la biblioteca, en la que hacía mucho tiempo que no me sentaba, rodeado de inmigrantes que pasan allí la tarde leyendo y consultando ordenadores o viendo películas, cargando el móvil por turnos y creo que, en buen número, formándose, la emoción del recuerdo de la novela y el propio valor emocional que tiene, que es importante, me ha hecho revolucionar el corazón de un modo que no recordaba en tiempo que la literatura podía conseguir. Todo esto mientras leía una novela en diagonal, lo que nunca hay que hacer
Al final he encontrado el tesoro pero, qué sé yo, me siento algo frágil, parezco un lector sentimental más de lo que pensaba